Es
probable que la intervención en La Sagrada Familia, tradicional colegio de Cali, frente al parque del barrio
El Peñón, sea el caso mas comentado en la ciudad respecto al importante tema de
la arquitectura de los edificios que integran su imagen colectiva. Han salido
noticias al respecto en El País, El Tiempo, El Espectador, Semana y
Caliscribe.Com, algunas muy destacadas, y varios columnista han opinado. María
Elvira Bonilla (Las trampas de la Sagrada
Familia, 26/10/2017), Paola Gómez (El
tumor de El Peñón, 09/11/2017), Aura Lucia Mera (Árbol que nace torcido…, 03/11/2017), Beatriz López (Conciliación, 24/11/2017), y antes
varias veces en esta columna, lo que costó una tutela.
La
imagen de una ciudad, en la que predomina el sentido de la vista, se relaciona
con contextos que se vinculan con recuerdos y experiencias, que son parte
básica de la cultura urbana, y de ahí que esta sea parcial y distorsionada por
la percepción de cada cual. Pero también es fuente de informaciones concretas,
lo que lleva a que uno de los factores definitorios de la calidad visual de una
ciudad sea la “legibilidad” de su espacio urbano público, ya que la
estructuración e identificación del entorno urbano es fundamental para la
satisfactoria actividad de la población, y por tanto para su calidad de vida,
no siendo así un simple problema de gustos o pareceres, los que además no son subjetivos.
Los habitantes de una ciudad, para
circular y realizar sus actividades cotidianas necesitan apoyarse en
referencias (edificios emblemáticos, parques, plazas, o diseños urbanos
legibles), lo que da sensación de seguridad, al permitirles situarse de
inmediato en la trama urbana, facilitando su movilidad y dando una sensación de
seguridad. La imagen urbana según Kevin Lynch (La imagen de la ciudad,
1960) se conforma por medio de la identidad, estructura y
significado, y por eso interesa la imagen colectiva y los puntos coincidentes
de los distintos grupos sociales que conforman una ciudad, facilitándoles
una mejor convivencia en ella, incluyendo mas seguridad en sus recorridos.
Considerando lo dicho hasta aquí
respecto a la importancia de la imagen colectiva en una ciudad, y pese a que a
primera vista parecería que lo más indicado sería que La Sagrada Familia no se
quede como otro elefante blanco para la ciudad, el cambio diametral a lo
inicialmente propuesto, en tamaño, uso y altura, sería ineludiblemente negativo
para el parque, el barrio y Cali. Y no solamente por el repentino aumento del
tránsito y estacionamiento de carros y, especialmente, de taxis, que generaría,
pues lamentablemente en Cali no se les exige a los centros comerciales sitios propios
para la espera de taxis, y estos lo hacen ocupando las calles enfrente de ellos
y obstaculizando el tránsito.
Pero igualmente está el
debido respeto a las leyes, normas y procedimientos, sobre todo tratándose de
un bien de interés cultural, BIC, de la ciudad, lo que en Colombia significa
que es “un bien material mueble o inmueble al que se le atribuye un especial
interés histórico, artístico, científico, estético o simbólico en
diversos ámbitos como el plástico, arquitectónico, urbano,
arqueológico, lingüístico, sonoro, musical, audiovisual, fílmico, testimonial,
documental, literario entre otros” (subrayados del autor), reglamentado por las
leyes 1185 de 2008 y 397 de 1997.
Y de ahí que la única
conciliación ética sea volver al proyecto inicial: un hotel boutique y locales
comerciales en el primer piso.
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