Este personaje era un cortesano de la corte imperial
bizantina responsable del orden y el
silencio en el palacio, del que habla Juan Esteban Constain (El Tiempo,
19/10/2017), y cómo hace de falta su émulo en esta ciudad tan ruidosa. En
la antigua Roma, existían normas para controlar el ruido emitido por las ruedas
de hierro de los vagones, y en algunas ciudades de Europa medieval no se
permitía usar carruajes ni cabalgar durante la noche (OMS,
Guías para el ruido urbano, 1999). Y por supuesto los problemas de ruido del
pasado no se comparan con los del tránsito automotor de las ciudades modernas.
Como dicen
los profesores Miriam German-González y Arturo Santillán de la Universidad Autónoma de México, el ruido afecta a
las personas física y psicológicamente, constituyendo un tema ambiental de
investigación prioritaria, considerando el número de personas afectadas
(https://revistas.unal.edu.co/index.php/bitacora/article/view/18710). Además, con el agravante de que ni siquiera se dan cuenta de sus
implicaciones; y como ya se dijo en esta columna hace casi veinte años, el ruido
en Cali es estresante.
No ha cambiado el semáforo cuando ya
los de atrás pitan, los frenos de aire de buses y camiones son ruidosos, las
sirenas de las ambulancias son casi que permanentes y las motos asustan con el
estruendo de sus escapes de los cuales se han retirado los silenciadores (24/08/1998).
Y, como si hiciera falta, por la noche suena el ruido ajeno de los vecinos que
ponen su música a todo volumen hasta la madrugada y no dejan dormir en paz, y
que fatal mentira que se lo confunda con la alegría y que genere mas corrupción
pues suelen tratar de darles mermelada a los encargados de controlarlo.
Lo peor de esta ciudad de
ciegos es su ruido que terminará por dejarnos también sordos si seguimos mudos,
como ya se dijo en esta columna, (23/04/2009). Ruido
que las autoridades no oyen como si estuvieran de paseo, y que seguramente
ignoran que en el poema mesopotámico de Gilgamesh (S.
XVIII a.C.) se cuenta que el dios Enlil, molesto con la humanidad por ruidosa,
manda el diluvio para destruirla, lo que les debería recordar al menos que el
jarillón del Cauca se puede romper y no podrán culpar al dios Enlil, el dios
del clima, por mas ruido que hagan sobre que sí se está haciendo algo.
Como ya se propuso
en esta columna (27/12/2012) es imperativo que Cali sea una ciudad animada pero silenciosa, es decir que los
lugares necesariamente ruidosos tengan suficiente aislamiento acústico para no
perturbar a los vecinos, pero sobretodo que la gente aprenda a ser alegre sin
hacerle tanta bulla ni por tanto tiempo a los otros. Pero igual urge un
Silenciario que multe a los que pitan continuamente para todo, y un Dagma de
verdad que se ocupe efectivamente de un problema ambiental creciente al cual se
le ha prestado poca atención en los países en vías de desarrollo.
Escribe Juan Esteban Constain, con toda la razón, que
el ruido acaba con el silencio sin añadir nada digno o mas hermoso. Pero
controlarlo con vegetación si que lo haría y de ahí que los arquitectos paisajistas
tengan mucho que aportar: andenes y parques bien arborizados, antejardines
frondosos, recuperar las bellas alamedas que tuvo la ciudad, sacrificadas
innecesariamente al carro particular, e indicar cuales son las especies más
apropiadas para sembrar, como lo ha advertido el arquitecto Carlos Botero (Parábola del higuerón, Caliescribe.com
14/10/2017).
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