Hace medio siglo, cuando se iniciaron en el mundo diversos programas institucionales de control de la natalidad, aquí la izquierda decía que la idea de una explosión demográfica era un montaje imperialista de la CIA. Pero el hecho es que después de mas de treinta milenios de existir la especie y cerca de diez desde que hay historia, pronto seremos mas los vivos que todos los muertos desde el inicio de la humanidad. Durante muchísimos siglos la gráfica del crecimiento demográfico es casi horizontal y ya todos están muertos, mientras que en el último es casi vertical y casi todos estamos vivos, debido a una mayor expectativa de vida y una menor mortalidad infantil. Pero podremos sufrir una implosión si no se toman de inmediato correctivos ya que todos estamos consumiendo y contaminado muchísimo mas.
En unas cuantas décadas de nuevo los vivos podríamos ser menos que todos los muertos y en un mundo globalizado todos sufriremos las consecuencias pero, como siempre, los que mas sufrirán serán los mas pobres. Muy probablemente cerca de 500 millones de personas se verían desplazadas, con su secuela de desarraigo, pobreza, hambruna, conflictos, violencia y muerte, cuando el nivel del mar suba varios metros al descongelarse totalmente la Antártida. Ya está pasando con los témpanos y la capa de hielo en el Ártico en los veranos boreales, al punto de que en uno próximo ya podrán pasar barcos por el Polo Norte, acortando su ruta entre Estados Unidos y Europa, y China, Japón y Corea, evitando el costoso y lento cruce del Canal de Panamá, cuya ampliación se inició como si no lo hubieran considerado.
Los problemas medioambientales se multiplican, crecen y agudizan rápidamente. La comida, como el arroz, se encarece por la producción de biocombustibles, y los recursos no renovables se agotan, como el petróleo, pero también el aire puro y el agua dulce y limpia, y las basuras y residuos y el ruido y la fealdad, nos agobian por todas partes. Sin embargo, muchos, confiados en Dios, están esperando a que las cosas se solucionen solas pues, especialmente los latinoamericanos, no sabemos prever. Los del trópico, que somos la mayoría en el mundo, nunca tuvimos que prepararnos para las fuertes variaciones climáticas de las regiones con estaciones, y ahora corremos el riesgo de que cuando nos demos cuenta de que el calentamiento global también nos afecta, ya sea demasiado tarde.
La desaparición irreversible de las ostras, las anchoas, los arenques, las abejas del norte, los tigres siberianos, los rinocerontes blancos, las ranas verdes del Darién, los tiburones martillo, las ballenas azules, los osos panda y los cóndores que aterrado sumó Antonio Caballero (Semana 10/09/2007), nos debería alertar sobre nuestra propia sobrevivencia. Antes de que lleguemos en unas décadas a mas de nueve mil millones, nuestra vida en el planeta podrá cambiar drásticamente. Si queremos vivir mas y mejor, hay que tener menos consumo y menos contaminación, y sobre todo que los mas pobres se reproduzcan menos, como ya lo vienen haciendo muchos ricos. Paradójicamente el instinto de reproducción, que en el pasado era la garantía de supervivencia de la especie, en el futuro la puede llevar a su destrucción.
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