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Ética y diseño. 29.09.2011

En Colombia la Ley  establece una ética para los arquitectos pero, recuerda Willy Drews, ex decano de arquitectura de la Universidad de los Andes, no existe la del diseño. La de disponer el orden adecuado de los volúmenes, espacios y recintos de los edificios, el manejo óptimo de los materiales, mano de obra y presupuesto disponibles, la satisfacción de las necesidades, aspiraciones y posibilidades de los clientes, la eficiente adaptación al clima, y el respeto del entorno, la ciudad, su historia y su paisaje, buscando el beneficio común y cumpliendo las normas. Condiciones que deberían ser el inicio de los proyectos de arquitectura y urbanismo.
            Se trata, como dice Drews, de no imponer un proyecto sin respetar su entorno, de no atentar contra la movilidad sin proponer alguna solución, de no atraer una gran población sin ofrecer un espacio público adecuado y de no reducir a dimensiones inaceptables los estándares arquitectónicos, buscando el lucro personal e ignorando el bienestar de la comunidad. Y cuando no se cumplen las normas vigentes  “se cruza la frágil frontera entre la ética y el delito, y es nuestra obligación denunciarlo y tratar de evitar su construcción.” Y el que, lamentablemente, a veces las regulaciones no sean “cumplibles” no lo justifica.
            Curiosamente ahora que se habla tanto de la corrupción en el país y de los millonarios contratos de obras públicas a dedo y “amarrados”, poco se ha dicho de esos arquitectos que se prestan para hacer diseños que saben que deberían ser por concurso público, o que firman cláusulas de confidencialidad que les impiden consultar lo que hacen, o que no respetan los bienes de interés cultural. Para no hablar de los que negocian las tarifas y se las ingenian para esquivar las normas. O los que pagan para obtener los encargos, o se auto promocionan mediante una “publicidad profesional pagada” que, a diferencia de la “publicidad política”, ni siquiera va con la nota que dice que lo es.
            Ya el Comisario de la Bienal de Venecia de 2000, Massimiliano Fuksas, había pedido "mas ética, menos estética", pero aquí la arquitectura espectáculo sigue de moda y se les muestra acríticamente a los estudiantes de arquitectura, la mayoría de los cuales difícilmente pueden viajar a ver en la realidad dichos “referentes”. No entendemos aun que “nuestra responsabilidad con nuestra comunidad y las futuras generaciones –como dice Drews- no se reduce únicamente a lo que hacemos, sino a lo que permitimos que se haga. Solamente un cumplimiento estricto de la Ética de Diseño nos permitirá tener mejor arquitectura, y por ende mejores ciudades”.
            Igual que lo dijo García Márquez de la literatura en La literatura colombiana, un fraude a la nación (Acción Liberal, nº 2, Bogotá, 1960], en la arquitectura en Colombia se han ensayado en los últimos años todas las modalidades y tendencias. Se han experimentado todos los manierismos e inclusive buscado de buena fe nuevas formas de expresión. Pero, aparte de que las modas han llegado tarde, parece ser que nuestros arquitectos actuales carecen de un auténtico sentido de lo nacional, que es sin duda la condición más segura para que sus obras sean pertinentes aquí y ahora en lugar de buscar una proyección universal que tampoco logran.

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