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Geografía y cultura. 23.07.2015


          El Consejo Departamental de Patrimonio Cultural debería declarar como Bienes de Interés Cultural los paisajes del valle del río Cauca, los libros que hablan de ellos, como María y El Alférez Real, o la poesía de Ricardo Nieto o Carlos Villafañe, la música de la región si es que la hay; y su clima, uno de los mejores del mundo (V. Olgyay, Clima y Arquitectura en Colombia, 1968). Y para cerrar esta secuencia de clima, paisaje y tradiciones, la comida vallecaucana.
        Declaratorias que se sumarían a las de un puñado de casas de hacienda, estaciones del ferrocarril, edificios públicos, iglesias, capillas y cementerios, que ya lo son junto con la marimba y las “cantaoras” del Pacifico (falta su comida), y lo que nos toca del Paisaje Cultural Cafetero ya considerado hace un tiempo Patrimonio de la Humanidad.
          Estas declaratorias no demandarían casi ningún gasto y su beneficio cultural sería enorme para unas regiones que han cambiado tan rápidamente en el ultimo siglo, razón por la cual presentan graves problemas de identidad que redundan en la calidad de su vida cotidiana en la que es permanente el irrespeto por los otros, llegando a esa violencia de la que tanto nos quejamos hoy.
         Además, dichas regiones son al menos tres muy diferentes: la costa pacifica, de gran pluviosidad y gran biodiversidad, y en donde Buenaventura es la ciudad mas húmeda del mundo, el plan del valle del río Cauca con sus respectivos piedemontes, una de las regiones mas fértiles del planeta y cuya belleza destruimos y olvidamos cada vez mas, y las vertientes de la Cordillera Central y la Occidental, las del norte, antioqueñas, y las del sur, caucanas, además diferentes entre ellas.
          Identidad es el conjunto de rasgos propios de una colectividad, que la caracterizan  al darle conciencia de ser ella misma y distinta a otras. Lo que se dificulta en el Departamento por sus dos grandes regiones, el valle interandino y la costa pacífica, y sobre todo por el reciente desplazamiento poblacional entre ellas, que ha llevado a que Cali sea la mayor ciudad con población negra del país (todos somos afro descendientes) y la segunda en el continente después de Salvador.
       Tenemos que conocer sus diferentes patrimonios, respetarlos y compartirlos. Una transculturación que enriquezca en lugar de causar discordias, y que ayude a que no sigamos las modas que nos imponen norteamericanos y europeos (J. Cárdenas, El arte serio no puede ser moda, El Tiempo, Bogotá 13/03/2012) al punto de que los proyectos públicos mas importantes de Cali se han dado a dedo a extranjeros desconocedores de nuestra geografía e historia.
            Serían hibridaciones producto de gentes distintas (N. García Canclini, Culturas híbridas / Estrategias para entrar y salir de la modernidad, 1990): indígenas, europeos y africanos del Magreb como del África central, unidas por climas y topografías que determinan paisajes y tradiciones, que son precisamente el objeto de las declaratorias propuestas.                                                                                                                                
          Y por supuesto considerados en su aspecto artístico; en su belleza, que como dice el diccionario es esa propiedad de las cosas que hace amarlas, infundiendo deleite espiritual, propiedad que existe en la naturaleza y en las obras literarias y artísticas. Pues “¿De qué sirven las vanas leyes si las costumbres fallan?”,  sentencia clave de la educación ciudadana atribuida a Horacio.

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