El
Consejo Departamental de Patrimonio Cultural debería declarar como Bienes de
Interés Cultural los paisajes del valle del río Cauca, los libros que hablan de
ellos, como María y El Alférez Real, o la poesía de Ricardo
Nieto o Carlos Villafañe, la música de la región si es que la hay; y su clima,
uno de los mejores del mundo (V. Olgyay, Clima y
Arquitectura en Colombia, 1968). Y para cerrar
esta secuencia de clima, paisaje y tradiciones, la comida vallecaucana.
Declaratorias que
se sumarían a las de un puñado de casas de hacienda, estaciones del ferrocarril,
edificios públicos, iglesias, capillas y cementerios, que ya lo son junto con
la marimba y las “cantaoras” del Pacifico (falta su comida), y lo que nos toca
del Paisaje Cultural Cafetero ya considerado hace un tiempo Patrimonio de la
Humanidad.
Estas declaratorias
no demandarían casi ningún gasto y su beneficio cultural sería enorme para unas
regiones que han cambiado tan rápidamente en el ultimo siglo, razón por la cual
presentan graves problemas de identidad que redundan en la calidad de su vida
cotidiana en la que es permanente el irrespeto por los otros, llegando a esa
violencia de la que tanto nos quejamos hoy.
Además, dichas
regiones son al menos tres muy diferentes: la costa pacifica, de gran
pluviosidad y gran biodiversidad, y en donde Buenaventura es la ciudad mas
húmeda del mundo, el plan del valle del río Cauca con sus respectivos
piedemontes, una de las regiones mas fértiles del planeta y cuya belleza
destruimos y olvidamos cada vez mas, y las vertientes de la Cordillera Central
y la Occidental, las del norte, antioqueñas, y las del sur, caucanas, además diferentes
entre ellas.
Identidad es el
conjunto de rasgos propios de una colectividad, que la caracterizan al darle conciencia de ser ella misma y
distinta a otras. Lo que se dificulta en el Departamento por sus dos grandes
regiones, el valle interandino y la costa pacífica, y sobre todo por el
reciente desplazamiento poblacional entre ellas, que ha llevado a que Cali sea
la mayor ciudad con población negra del país (todos somos afro descendientes) y
la segunda en el continente después de Salvador.
Tenemos que conocer
sus diferentes patrimonios, respetarlos y compartirlos. Una transculturación
que enriquezca en lugar de causar discordias, y que ayude a que no sigamos las
modas que nos imponen norteamericanos y europeos (J. Cárdenas, El arte serio no puede ser moda, El
Tiempo, Bogotá 13/03/2012) al punto de que los proyectos públicos mas
importantes de Cali se han dado a dedo a extranjeros desconocedores de nuestra
geografía e historia.
Serían hibridaciones
producto de gentes distintas (N. García Canclini, Culturas híbridas / Estrategias para entrar y salir de la modernidad,
1990): indígenas, europeos y africanos del Magreb como del África central,
unidas por climas y topografías que determinan paisajes y tradiciones, que son
precisamente el objeto de las declaratorias propuestas.
Y por supuesto
considerados en su aspecto artístico; en su belleza, que como dice el
diccionario es esa propiedad de las cosas que hace amarlas, infundiendo deleite
espiritual, propiedad que existe en la naturaleza y en las obras literarias y
artísticas. Pues
“¿De qué sirven las vanas leyes si las costumbres fallan?”, sentencia clave de la educación
ciudadana atribuida a Horacio.
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