La necesaria adecuación de la Plaza de
Toros a unas nuevas circunstancias no debe llevar a su desaparición como hito
de la ciudad sino lo contrario. Pero en el Ministerio de Cultura (El País,
03/07/2015 p.1) no quieren ver que se trata de un asunto de euritmia (del ritmo armonioso como la define el DRAE) y
miopemente insisten en ignorar las conclusiones al respecto del Consejo
Departamental de Patrimonio Cultural del Valle del Cauca, como si la Plaza
estuviera en Bogotá y no en Cali, como ya se denuncio en esta columna (El País, 26/03/2014).
Es decir, parecen estar ciegos a la
buena disposición, correspondencia y regularidad de las diversas partes de una
obra de arte. En este caso de una obra de arquitectura moderna, que por su
emplazamiento, configuración y lugar en la memoria visual colectiva de los caleños
devino en monumento. Y como tal, reconocido por el estado y declarado un Bien
de Interés Cultural de nivel nacional (Resolución 051
del 26 de octubre de 1994) y supuestamente protegido junto con sus alrededores
hasta 300 metros.
Pero en lugar de retirar mas los
volúmenes que pretenden autorizar en el costado norte, para dejar un parque con
muchos de los arboles actuales y un estacionamiento subterráneo aprovechando el
gran ancho de las zonas de maniobra existentes, permiten que el volumen mas
próximo oculte a la vista la Plaza, además de que ni siquiera conformaría un
espacio nítido con ella pues no es de la misma altura sino casi, lo que lo hace
confuso. Es el problema ver solo
planos y no hacer recorridos por el lugar mirando bien. Hubieran visto que el
volumen en el costado sur es un adefesio.
Como se sugirió en hace diez años (¿Ciudad? El País, 06/05/2004) y
se ha reiterado varias veces, perfectamente se podría levantar en el extremo del
costado norte un edificio alto con un amplio estacionamiento subterráneo y
público. Y hacer entre ambas construcciones la explanada –arborizada- que tanta
falta le hace al coso de Cañaveralejo. Sería el parque que con razón reclaman
muchos, resolviendo, además, el problema de escala que hace que la Plaza de
Toros casi se vea como un edificio pequeño pese a que no lo es, pero a lo que
contribuye su imagen horizontal.
Como se recordó aquí
hace un año (el País, Cali 30/01/2014) toda intervención nueva en el
área de influencia de la Plaza de Toros debe ver por su respeto y valoración, y debe conservar las características urbanas
y arquitectónicas del sector. Cosa que en el Ministerio de Cultura parecen no
ver pues se quedaron en determinar alturas y distancias y no proporciones,
puntos de vista y perspectivas. Es la lacra del
“casi”, de lo poco menos de, de lo aproximado, de la pequeña diferencia; mirada
mas propia de la burocracia estatal que de la cultura de las ciudades.
Y desde luego queda el asunto legal de
la propiedad del suelo de la totalidad del parqueadero actual de la Plaza de
Toros, lo que puede invalidar la
aprobación del Plan Especial de Manejo y Protección del Inmueble, PEMP, que
define el tipo de intervención que puede hacerse a un bien de interés cultural
del ámbito nacional, por parte del Consejo Nacional de Patrimonio. Como quien
dice, insisten en ensillar antes de traer las bestias; en capotear chapuceramente
el asunto en lugar de lidiarlo con altura mirándolo desde abajo; desde el punto
de vista del peatón.
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