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La F- RS. 02.07.2009

En días pasados se constituyó la Fundación Rogelio Salmona, para la preservación y divulgación, aquí y en el exterior, de la obra y pensamiento de nuestro más importante arquitecto. Será a través de exposiciones, publicaciones, conferencias, seminarios, cursos y talleres, además de investigaciones, concursos y premios. Debería ser del interés de todos pues ya somos un país de ciudades, y por eso él afirmaba que hacer aquí (buena) arquitectura es un asunto político. Lo público está presente en muchos de sus proyectos, y en los últimos cobra un papel central al prolongar el espacio y la memoria de la ciudad a sus edificios, los que además vincula a nuestra naturaleza de trópico y montañas.
          La sede estará en Bogotá, en donde se encuentra la mayoría de su trabajo, y ojalá la Universidad Nacional cediera un espacio en el inacabado Centro Gaitán, actualmente a su cargo y destinado a deposito, para instalar allí su centro de documentación. Al tiempo que a Salmona, podría darnos a conocer mas ampliamente, apoyándose en la colección SomoSur, a arquitectos como Carlos Raúl Villanueva, Jesús Tenreiro o Gorka Dorronsoro,  de Venezuela; Álvaro Malo o Luís y Diego Oleas, de Ecuador; Luís  Barragán y Carlos Mijares, de México, Bruno Stagno, de Costa Rica,  Ricardo Porro, de Cuba, Juvenal Baracco, de Perú, Gustavo Medeiros, de Bolivia, o Severiano Porto y Luiz Paulo Conde, de Brasil.
          Pero también a Hassan Fathy, de Egipto, Sir Geoffrey Bawa, de Sri Lanka, Charles Correa y Raj Rewal, de la India, Sedad Eldem, de Turquía, Claudio Connena, de Grecia, y otros de Marruecos, Egipto, Singapore e Indonesia. Todos ellos  fusionan de distintas maneras viejas tradiciones locales con la ibérica del siglo XVI, que comparten con nosotros, tanto como la moderna y posmoderna, pero que no conocemos, esclavos de nuestra dependencia cultural de Estados Unidos y Europa. Como se ha dicho tanto pero entendido tan poco, no podemos saber para donde vamos si no nos enteramos de donde venimos.
          Por supuesto la Fundación tendría que agrupar más a esos no pocos arquitectos y académicos colombianos que de una manera u otra han seguido el camino de Salmona, y desde luego divulgar más la opinión de Kenneth Framton y Wiliam Curtis al respecto. Igualmente, debería crear un espacio, aprovechando su portal en Internet, para la crítica de nuestra arquitectura actual, tan necesitada de ella. Y vincular a la misma a estudiosos como Eduardo Tejeira Davis de Panamá, Enrique Larrañaga de Venezuela, Hugo Segawa  de Brasil, Felipe Hernández del Reino Unido o José Ramón Moreno de España, entre otros.
          Es mucho lo que la Fundación podría ayudar para replantear a fondo nuestras Bienales, Congresos y Concursos de arquitectura, a democratizar nuestro gremio y a mejorar decididamente la enseñanza del oficio en el país. Y a que el debate sobre nuestra arquitectura y ciudades no se quede en la capital y apenas entre algunos arquitectos, si no que sea un tema de interés público y amplio, como ya lo es la literatura o la pintura o incluso el cine. Pero primero que todo deberá ocuparse de que toda la obra de Salmona sea declarada Patrimonio de Colombia, independientemente de que algunos de sus edificios ya sean monumentos nacionales.

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