Las reuniones de Maritza Uribe de Urdinola de hace medio siglo en torno al arte germinaron pronto en el Museo de Arte Moderno de Cali, sin duda el más importante del país por esa época y al principio el único. Que maravilla que el recuerdo de uno sea construido, como lo sabia muy bien hace cinco milenios el faraón Keops, pero que tristeza que le tocara a Maritza en sus últimos años sospechar la decadencia de La Tertulia. Por eso el mejor homenaje que le podemos hacer ahora es su salvación. Y no es que no se haya intentado, si no que como suele pasar entre nosotros no se ha hecho un diagnostico a fondo y amplio, partiendo por supuesto de que no es apenas un problema de este museo, sino de todos, y en el fondo del arte moderno. Pero también de la ciudad y sus gentes que tendrían que ser ya pos modernas. Hay que insistir en la necesidad de pensar en un nuevo derrotero para la institución, con la participación de todos los diferentes estamentos de la ciudad, y emprender en consecuencia su renovación total y no apenas la de sus edificios y espacios verdes.
La crisis de los museos de arte moderno es al tiempo la de la pintura y la escultura, que se agotaron rápidamente a lo largo del siglo XX dando paso a ese espectáculo que hoy se quiere hacer pasar por arte y que casi siempre es solo novedad frívola, que a la segunda vez ya es puro aburrimiento. Ha quedado en evidencia, lo que aun se ignora en esta ciudad, que la cultura es mucho mas que literatura y arte, y el arte mas que pintura pues también lo es la arquitectura y sobre todo la ciudad, esa obra de arte colectivo, como las llamo Lewis Mumford hace medio siglo. Pero es que aquí la arquitectura también se ha convertido en pura frivolidad con su abuso simplón del blanco, el brillo del acero inoxidable y las persianas de mentiras de madera también de mentiras de sus “cajas” que no edificios. No se entiende que nuestra eterna violencia es también consecuencia de nuestros problemas culturales y educativos, y no solo resultado de los económicos, sociales y políticos, y que desde luego los museos –replanteados- podrían jugar un importante papel en ese aspecto.
Como puede ser ciudad una cuyos museos, que no pasan de los dedos de una mano, dan grima y hasta el del Transporte está a punto de cerrar. En donde nadie se acuerda de las bienales de arte gráfico en La Tertulia, ni de sus significativas exposiciones que convocaban tanto y variado público, ni de su valiosa colección, la que hace años no hemos podido volver a ver. Ni siquiera nos conmueve el deterioro creciente y lamentable de sus edificios y zonas verdes, y que tal vez sea por que en esta ciudad desbaratada ni siquiera se nota. Y que decir de muchos caleños de ahora sino que son frívolos. Gente que no ve buen cine (en donde) y en cambio sí mucha televisión mala, que viaja mas pero aprende menos, y que ya ni siquiera va a las exposiciones y no dejan de tener razón. Es inevitable pensar que Maritza se salvo de ver lo que se nos viene encima, pero preocupa que su Tertulia no tenga tanta resistencia a la decidía como la Gran Pirámide, y que sigamos atenidos a que el Estado resuelva sus problemas económicos, pese a que cada vez lo hace menos y peor en el campo de la cultura.
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