Para poder estar seriamente a favor o en contra de las grandes obras públicas hay que analizar primero sus objetivos y circunstancias y, a partir de ellos, las determinantes de cada proyecto. Una cosa, por ejemplo, es aprovechar el corredor férreo para pasar por ahí una autopista pero otra muy distinta es hacer un plan integral para el mismo. La Cali de hoy, a diferencia de la del poeta Eduardo Carranza, ya no está atravesada solo por un rió sino también por ese ancho, recto y plano espacio público, único en el mundo. Protrans lo había destinado a ser el eje principal Norte-Sur del transporte metropolitano, de Yumbo a Jamundí, con el ferrocarril, el tren ligero y un importante par vial, y se construyeron varios costosos puentes en función del mismo. Retomar esa idea con la llamada ahora Autopista del Bicentenario es acertado, pero sólo en la medida en que no se comprometa el ferrocarril ni el tren de cercanías, y que se conserve el par vial de la 25 y 26. E incluso que se siembre allí la “alameda mas larga del mundo” propuesta en esta columna hace tiempos.
El objetivo primordial de lo que se haga allí debería ser la unión peatonal Este-Oeste de la ciudad y no apenas la Norte-Sur vehicular. Por lo tanto se trata es de un problema de niveles y, al contrario de lo que torpemente se viene haciendo desde los Juegos Panamericanos de 1971, hay que pensar primero en los peatones que en los carros. Son estos los que tienen que subir y bajar, lo que quiere decir que la autopista tendría que ir por debajo o por encima del plano base urbano, o que sean las viejas calles y avenidas, con sus respectivos andenes, peatones y animación, las que pasen la ciudad al otro lado del corredor férreo por puentes muy largos para disminuir su pendiente y con amplios andenes por los cuales se accedería a las estaciones del tren ligero debajo de ellos. La solución evidentemente depende de cada sector pues las vías férreas, la existente y las futuras, al contrario de las calzadas para vehículos, no pueden subir y bajar ni cambiar de dirección tan fácilmente, y desde luego hay que tener en cuenta los diferentes niveles freáticos.
Pero lo mas preocupante es que la tal autopista ni siquiera es una de las “21 mega obras” propuestas, pese que un proyecto para el corredor férreo debería ser la única y verdadera gran obra para Cali. Por supuesto vinculada al centro de la ciudad, concretamente a los grandes estacionamientos públicos debajo de las plazas de Caicedo y San Francisco, ya propuestos, y a la semaforización y remodelación de sus calles, ampliando los andenes y regularizando sus calzadas, dando el área sobrante a los peatones, como tanto se ha insistido aquí. Cosa que al parecer no entienden los comerciantes de la Avenida de Las Américas y la Tercera Norte, que son extensiones del “centro global”, que quieren bahías a todo su largo, en lugar de usar las calles laterales y estacionamientos públicos. Por lo visto no han comprendido que fueron las bahías las que aceleraron el deterioro de la Avenida Sexta, que los que compran son las personas y no los carros, y que a los caleños van a los centros comerciales justamente por que se puede caminar agradablemente por ellos pues los vehículos se dejan afuera.
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