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Los peatones. 16.05.2013


            Los peatones propiamente dichos son las personas que van a pie por una vía pública. Caminar es lo propio de las ciudades y todos en ellas lo tienen que hacer por sus calles en algún momento de cada día, prácticamente todos los días,  toda la vida, aun cuando sea apenas para llegar hasta un carro o después de salir de él. Su movilidad depende de que cuenten con espacios particularmente destinados para hacerlo: andenes, en la orilla de las calzadas, junto al paramento de las construcciones que conforman las calles, como también  en todas las demás vías públicas.
            Todo cambió hace un siglo con la introducción de los automóviles y los suburbios sin andenes, atenidos a usar el carro para todo; incluso para ir al gimnasio a caminar en una maquina viendo paisajes foráneos en  la TV. La movilización se vio muy afectada, desapareció el encuentro ciudadano y la contaminación del ambiente se disparó. Hoy los centros comerciales, en donde se puede volver a caminar, pasaron a ser el sucedáneo de las ciudades, como se ve cada vez más en Cali, donde, sorprendentemente, no se considera su “planificación”
            Para que la gente pueda renunciar al uso permanente y para todo de sus carros, no basta con ofrecerle medios de transporte colectivo más rápidos y cómodos, lo que es difícil en los centros urbanos. Ni ponerles colores llamativos ni nombres engañosos, como el MIO, para atraer a sus potenciales usuarios. Ninguno, como dice André Gorz (La ideología social del automóvil,  Le Sauvage, 1973), jamás compensará el malestar de vivir en ciudades que no se habitan y sólo se pasa por ellas para ir trabajar, a la escuela, el supermercado, al club y regresar a casa.
            Ciudades escindidas y zonificadas que se extienden a lo largo de calles vacías y sin andenes, hechas para circular tan rápido como se pueda, lo que cada vez es mas difícil pues pronto se congestionan, y a cuyo largo se alinean sin gracia  casas o edificios idénticos entre sí y donde el paisaje urbano ya nada significa. Se pasa por ellas pero no se vive en ellas, como precisa Gorz. “Al final del día de trabajo todos deben quedarse en casa, y quien se encuentre en la calle después de que caiga la noche será considerado sospechoso”.
            Es necesario, concluye Gorz, que la gente pueda prescindir del transporte urbano permanente al sentirse como en casa en sus barrios y su comunidad, a escala humana, y poder  disfrutar el ir a pie a sus diferentes destinos cotidianos. Es lo que hace, por ejemplo, que San Antonio sea el mejor vividero de Calí. “La gente –escribe Iván Illich, citado por Gorz– romperá las cadenas del transporte todopoderoso cuando vuelva a amar como un territorio suyo a su propia cuadra, y cuando dude acerca de alejarse muy a menudo.”
            Pero para poder amar un territorio será necesario que este sea habitable y no apenas circulable, dice Gorz, “que el barrio o la comunidad vuelvan a ser el microcosmos, diseñado a partir y en función de todas las actividades humanas, en que la gente trabaja, vive, se relaja, aprende, comunica, y que maneja como el lugar de su vida en común”. Pero, advierte, la alternativa al automóvil deberá ser global, y principia por la re densificación de las ciudades, que ir andando de un lugar a otro por una vía pública sea de nuevo posible, agradable y significativo.

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