¿Qué es y por qué
conservar el patrimonio urbano y arquitectónico? Primero hay que aclarar que se
trata apenas de la parte inmueble de la herencia cultural de una sociedad pero,
con la lengua (y antes también la religión), la mas importante, pues es parte
nada menos que de las ciudades. Estas son complejos artefactos, en el tiempo
(su historia) y el espacio (sus edificios y espacios urbanos), y en las que hoy
vivimos cerca del 80% de los colombianos. Pero sólo muy recientemente somos un
país urbanizado, por lo que carecemos de una cultura urbana y, por tanto, de
criterios claros y colectivos para abordar el tema de la conservación del
patrimonio construido.
La razón para
conservarlo es que representa una inversión económica en dinero, mano de obra,
materiales, agua y energía. Lo que en Cali poco se considera, ni que además de
su función inicial, y las que acoja después, son bienes de interés cultural que
sirven para dar identidad, carácter y posibilidades de goce estético a las
ciudades. Además son parte de su historia y generadores de conocimientos
arquitectónicos y constructivos. De ahí que el primer asunto relativo a la
sostenibilidad de edificios y ciudades, sea reutilizar lo mas posible lo ya
construido, y no apenas lo que además tenga valor histórico, arquitectónico,
urbano, constructivo o sólo estético.
Pero por supuesto
es prioritario conservar los edificios considerados de interés cultural, mas
casi siempre implica su remodelación, pues sólo muy pocos pueden –y deben- ser
museos de si mismos; y ni siquiera, pues raramente se conservan los muebles y
objetos que albergaban, y desde luego sus actividades iniciales tampoco. Es el
caso de la Casa de la Sierra de la Hacienda de El Paraíso, llena de muebles,
adornos y rosales que nunca tuvo, y de “sucesos” inventados, como decir que los
protagonistas de la novela María habitaron
allí. Y lo mismo pasa con Piedechinche, cuyos corrales y áreas de trabajo
fueron convertidos en jardines, los que tampoco tuvo.
Otro ejemplo es
el Colegio de la Sagrada Familia, en El Peñón, desocupado por años, al que si
no se le da un nuevo uso terminará abandonado y lo dejaran caer como pasó con
el trapiche de Cañasgordas. Pero para poder remodelarlo para hotel, lo que es
conveniente para el barrio y la ciudad, hay que hacerle cambios. Y aunque se
demuela su parte mas reciente, y sin valor arquitectónico, al contrario de la
inicial, se va a conservar mucho mas de la mitad de lo existente, y lo nuevo no
se verá desde el Parque, como lo recomendó el concepto del Comité de Patrimonio
Municipal, por lo que es muy preocupante que en la imagen publicitada ahora
aparezca mas alto.
Otra
cosa es que ante la pertinente necesidad de diferenciar la parte nueva y
comunicar el nuevo uso del edificio, aconsejable en estos casos y como lo pide
(Articulo 13) el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, ICOMOS (que asumió en 1965, la Carta de Venecia), no se haya escogido una solución
mas acorde con el clima local y las tradiciones arquitectónicas del barrio. Lo
que sí fue planteado por algunos miembros del Comité, pero como apenas pueden
emitir conceptos, su oponerse “en el momento preciso” como pidió hace ocho días
un lector de esta columna (Alberto Furman, El País, 08/15/2013 - 6:43am), no
siempre surte efectos decisorios.
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