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¿Remedio? 16.01.2014


            Primero las multas eran ridículamente bajas y ahora lo son ridículamente altas. Ningún país de la Unión Europea, ni en Estados Unidos, Inglaterra o Canadá, se contempla una sanción tan severa, nos recuerda Klaus Ziegler (El Espectador, Bogotá 25/12/2013 ). La nueva ley penaliza con multas millonarias a quienes sean sorprendidos conduciendo un vehículo después de haber bebido apenas una copa de vino o una cerveza. Pueden llegar a 28 millones de pesos, enfrentar la anulación de la licencia de conducción durante 25 años, y la inmovilización del vehículo. Sin serios estudios previos es evidentemente una improvisación ramplona aprobada a última hora por populismo electorero, o por esos senadores que creen que la mariguana de Colorado mata. Ojala no pase igual con las conversaciones de la Habana; o las próximas de Lima para el cambio climático (Manuel Guzmán Hennessey, El Tiempo,  26/12/2013).
            Si bien aquí se disminuyó fuertemente el numero de los que insisten en manejar después de haber bebido, lo que sin duda es muy bueno y bienvenido, abrió las puertas al chantaje y la corrupción entre los Guardas de Tránsito, que históricamente han sido los funcionarios más investigados disciplinariamente, como es hoy el caso de Cali, incluyendo al Jefe de Guardas (El País, 26/12/ 2013) y al que usando el carro oficial de un Concejal traficaba aguardiente ilegal. Y también lleva a la injusticia, pues como informa Ziegler, concentraciones menores a 0.3 gramos de alcohol por litro de sangre no convierten al afectado en un peligro al volante y, de otro  lado, se requieren pruebas en extremo sutiles para detectar cambios cognitivos atribuibles a niveles tan bajos de alcohol, las que por algo se denominan “nivel cero de alcoholemia”.
            Pero lo peor de todo es que se olvida que  las víctimas de los  accidentes que involucran un conductor con alcohol  representan apenas un tercio del total de muertes en calles y carreteras. Como dice Ziegler, dos terceras partes son debidas a otros factores; pero no primordialmente al exceso de velocidad, como afirma él, si no a que en Colombia la mayoría de la gente no sabe manejar y la mayoría de la demarcaciones, señalización y semaforización en carreteras y calles, es antitécnica, obsoleta, inexistente o imposible de cumplir, y todo un coctel entre normas norteamericanas y europeas, como lo es también  la (des) organización del tránsito, el que no se ve como un problema dinámico de mecánica de fluidos, sino como algo retórico y dogmático, casi religioso.
            Es lo mismo con la paz, pues es ridículo creer que se puede alcanzar de verdad mientras las FARC digan que no entregaran las armas ni aún en el caso de que se firme un acuerdo y que no van a ir ni un día a la cárcel (El País 16/6/ 2013), y lo confirman los  Frentes que no respetaron la tregua, que no están dispuestos ha abandonar el gran negocio del narcotráfico, como lo es también la guerra inútil contra el mismo. Y decir que hay "condiciones para que Cali resurja" (Esteban Piedrahíta, El País, 11/08/2013), es el reconocimiento tácito de que va mal, lo que es muy importante para su remedio, incluyendo un tránsito seguro, el que comienza por los andenes, por los que no se puede caminar ni con cero alcohol; y pronto, antes que la sobrepoblación y la crisis climática impacte también a Cali.

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