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1793. 16.09.2020

         En esta novela de Niklas Natt Och Dag, de 2020, se vive la importancia del agua en muchas ciudades, como Cartagena de España, Granada, Cádiz, Santa Marta, Cartagena de Indias, Santa Cruz de Mompox, tan bellas como la Estocolmo de 1793 cuando “vista así, en el crepúsculo, es hermosa, y cuanta más agua hay entre ella y quien la observa, más bonita es” (p.119) y lo sería Cali si se recuperan sus siete ríos. Pero también se vive el comportamiento de sus gentes, tal como lo describe Robert Greene en Las leyes de la Naturaleza Humana, 2018, y la violencia propia del ser humano a lo largo de su historia como lo recuerda de nuevo Peter Frankopan en El corazón del mundo, 2015.

        Cómo no recordar el fuerte de San Felipe de Barajas de Cartagena de Indias cuando en la novela se menciona “la fortaleza octogonal de Kastellholmen” (p.61), o a Cádiz cuando se refiere a “las calles en torno al lago Fatburen” (p.77), o cómo no recordar el Teatro Romano de Cartagena de España pensando en ese “solar vacío en el que todavía pueden verse los escombros del teatro Bollhuset” (p. 41), y allá (en la novela) “los tejados se extienden en todas direcciones hasta donde alcanza la vista y brillan como el oro bruñido bajo el sol” (p. 153) como en Mompox desde la torre campanario de alguna de sus iglesias, varios de planta cuadrada que recuerdan a los alminares de Al Ándalus.

     A finales del Siglo XVIII, quiere recordarnos la novela, y lo logra, en Estocolmo las casas eran de piedra tallada y toda la ciudad “resplandece como el oro”, y otros edificios, que podían ser diferentes entre sí, se habían pintado del mismo color amarrillo dorado, a partir de un decreto de Carl Henric König (1726-1804), el gran arquitecto de la ciudad (pp. 132 y 133), quien, poco conocido por estos lares, bien recuerda al muy conocido Eusebio Leal Spengler (1942-2020) historiador de la Habana, quien fue clave para la conservación de esta bella ciudad en el mar Caribe como lo están Santa Marta, Cartagena de Indias, Portobelo o Veracruz tan ligadas a ella por la flota de Barlovento.

     Finalmente, y para concluir las aventuras de Cecil Winge y Mickel Cardell: “Cae la noche sobre Estocolmo, una de las últimas del año. Se alza sobre las murallas, los palacios y las torres de las iglesias. La noche avanza sobre las aguas del Báltico hacia Skeppsbron y Stadsholmen pasando por la Esclusa de Polhem. En todas las callejas de la ciudad, las sombras se hacen más densas.”, (p.426). Tal cual sucede en todas las ciudades mencionadas arriba, a excepción de Granada, por lo que habrá que viajar a Estocolmo, en el verano desde luego, para buscar qué será lo que la podría relacionar, además de sus ríos con los de Granada, con los palacios de la Alhambra y sus patios con sonoras aguas.

      Y hay una frase en esta novela que en su traducción al español se enriquece al oído de un arquitecto que sepa ver: “En los extremos inacabados, los cimientos parecen buscar en vano un arco que los una” (p. 377) pues ‘vano’ también es el espacio debajo del arco; y no en vano Niklas Carl Bosson Natt och Dag es Nicolás Noche y Día, nacido en 1979 y miembro de una de las familias más antiguas de la nobleza sueca, en uno de los países más democráticos del mundo actual, todo un ‘tour de force’, inteligente e intrigante, tal como Verdens Gang describe su novela ‘1793’ cuyos lectores la recordarán mucho después de haberla leído, agrega, o los invitará a visitar Estocolmo.

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