Estar, cocinar, comer, dormir, jugar y otras cosas son, como lo define el DLE, rutinas diarias en toda casa, pero lo que hay que buscar es, precisamente, que no sean solo operaciones repetidas; ya sean costumbres o hábitos adquiridos de hacer las cosas por mera práctica y de manera más o menos automática (DLE), y, por lo contrario, que se los varíe lo más posible pero sin malograrlos. Por ejemplo, no siempre cocinar en la cocina y hacerlo de vez en cuando afuera, tener más de un sitio para comer, no dormir la siesta en la cama, sino en una hamaca, jugar diversos juegos y en distintas partes, como también varias de esas otras cosas que no tienen sitio fijo como la charla, el humor, el baile y el amor.
Costumbres, de nuevo según el DLE, son esas maneras habituales de comportarse o actuar, o esas prácticas tradicionales de una casa, un barrio o una ciudad que los identifican tanto como sus comidas típicas, festejos, arquitecturas y urbanismo, y que se ven reflejadas en la vida cotidiana en casa, o que la pueden incomodar o incluso impedir, como sucede tanto en aquellas ciudades cuyos habitantes mayoritariamente son muy nuevos en ellas, y al tiempo que pierden sus ancestrales costumbres de origen no se suman a las que se encuentran en su nuevo hábitat, sino que las tergiversan; justamente lo que hacen los malos turistas mas nunca los buenos viajeros.
En una buena ciudad, o al menos en un buen sector de la misma o hasta en un buen barrio, costumbres y casas están interrelacionados en su existencia cotidiana, ya sea emocionalmente o no tanto, para unos como para otros, y las casas suelen deberse a sus usos. Todo comienza al abrir la ventana sobre la calle, salir al balcón o simplemente oír el ruido que llega de afuera junto con la luz del Sol; y luego, al salir por el zaguán a la ciudad, se continúan las cotidianidades, ya no en casa sino de la casa, pero lejos de casa: trabajar, estudiar, comprar, recrearse y demás, ojalá lo más cerca posible de casa; o muy lejos de ella, pues hasta los viajes se vuelven algo cotidiano.
Por su parte, los hábitos son esos modos especiales de proceder o conducirse adquiridos por la repetición de actos iguales o semejantes u originados por tendencias instintivas (DLE); en casa son tanto higiénicos, como al bañarse y vestirse (buenos o malos hábitos) y después despedirse al salir (buen hábito), o saludar al llegar y quitarse ya sea el sombrero o el abrigo, y dejar lo que se trae en donde toca, o en cualquier otra parte (mal hábito). Mientras que la mera práctica, insignificante y sin importancia, según dice el DLE, es la repetición sin imaginación alguna de cualquier rutina cotidiana al estar, cocinar, comer, dormir, jugar y sobre todo esas otras cosas cotidianas en casa.
En resumen, hay que evitar el automatismo, la ejecución mecánica de actos sin ser conscientes de ellos (DLE) y, por lo contrario, disfrutarlos conscientemente, lo que solo en el dormir no es posible, pero en compensación se sueña y se representan en la fantasía imagen, en eso sucesos se reproducen cosas pasadas o lejanas, o ideales en formas sensibles o reales idealizadas (DLE). Así, la conclusión no es otra que soñar en casa día y noche, para lo cual sí que ayuda una buena casa, y para lograr en el Siglo XXI una buena casa no hay como recordar las casas más ensoñadoras de antes y proceder a pensar porqué es que lo son y no limitarse a copiarlas mal.
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