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Celebrar en casa. 29.06.2022

 En su buen sentido laico, una celebración en casa es ensalzar un hecho festivo dedicando un día a su recuerdo con las formalidades que este requiera; y casi todos los días del año en aquellas se celebra el comer en casa juntos, la familia o la pareja, ya sea al almuerzo o a la comida o incluso al desayuno, sobre todo los fines de semana. Pero igualmente hay algunas celebraciones anuales, pero no tan esotéricas como las celebraciones nacionales de algunos países (La Tomatina de Buñol, España) pero sí los cumpleaños (que después de los cincuenta años es más sensato celebrar el día y no los años) y están los grados y otras tradiciones familiares; o ganar las elecciones.

Como era el batir el manjar blanco en diciembre en las casas de hacienda del valle alto del río Cauca, y que aún se realiza en alguna casa de Cali cada 21 de diciembre, día del solsticio de invierno en el hemisferio norte para apartarlo de las festividades religiosas, reuniendo a familiares, amigos y colegas a los se ha invitado a batir en el fuego de leña la leche y el azúcar que conforman el delicioso dulce, pero que charlan, comen, beben y fuman largos y aromáticos habanos mientras otros baten por turnos desde la mañana y por ocho horas hasta que se da el punto y se pasa el dulce a pequeños mates y luego se raspa la bella y vieja paila de cobre como lo hacían los niños antes.

Y en muchas casas de hacienda se celebraba el baño familiar en un río cercano al que se llegaba caminando y acompañado por un delicioso sancocho de gallina, para el que ahora muchos habitantes de Cali van en carro al río Pance, en las cercanías, pero sin sancocho, y de vez en cuando también a las playas del pacífico, pero ya no tanto como antes y ahora van es a ver ballenas. Por aquello del baño familiar es que una buena casa en el trópico caliente o templado debe contar con una piscina, lo mismo que un buen edificio de apartamentos; piscinas a las que se han trasladado muchas celebraciones, que en los climas fríos siguen encerradas, o desplazadas a los clubs.

Y desde luego están los espacios exteriores al lado de la casa como los jardines con vergeles y huertos caseros; o adentro de ella, como patios con sonoras fuentes o silenciosos espejos de agua, o espacios adyacentes como terrazas y azoteas con el cielo como techo y con matas, flores, o abiertos como balcones profundos con hamaca y vista panorámica a la ciudad. Espacios todos estos que invitan a celebrar todos los días el estar en casa y a no quejarse tanto de la ciudad, y que se agraden al regresar de los imprescindibles viajes a otras ciudades y paisajes, ya que pocos hoteles reemplazan a la casa a menos de que sean otra casa, de un familiar, un amigo o igualmente propia.

Celebraciones tomadas de los egipcios y los fenicios y ambos seguro que de más atrás, que la Grecia antigua difundió por todo el Mediterráneo y de este navegaron a vela al Nuevo Mundo en donde se combinaron con otras tradiciones indígenas, como el baño en los ríos; africanas, como el sancocho de gallina; e hispano musulmanas, como el manjar blanco. Eran, juntas, el sumun transcultural en un día cálido en un fresco y sonoro río de alta pendiente para toda una celebración cerca de una de las casas de la infancia llamada por algo ‘La aurora’ desde la que se apreciaban bellos atardeceres llenos de arreboles al otro lado del muy plano y ancho valle del río Cauca.

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