Es ese sentimiento intenso que necesita y busca el ser humano y lo impulsa en busca del encuentro y unión con otra persona que naturalmente le atrae, procurando una reciprocidad que los complete, alegre y les de energía para convivir, comunicarse y crear; sentimiento que casi siempre está ligado al placer sexual mediante ciertos hechos y situaciones que lo estimulan . Y por supuesto no hay espacio más adecuado para el amor y el erotismo, juntos o separados, que una vivienda, no por nada llamada también hogar, que acoge a la pareja o a la familia que vive junta, y no hay nada que lo estimule más y ayude a evitar las desavenencias que una buena arquitectura para la casa.
Se trata de una arquitectura doméstica emocionante que estimule variadas situaciones que generen amor y erotismo, y al mismo tiempo que sea funcional para que facilite el buen uso de los espacios y además procure los necesarios para que sus diferente habitantes se puedan aislar cuando lo precisen y como lo deseen. Por supuesto todo esto depende menos de su área y costo que de su acertado diseño, sobre todo desde que a mediados del siglo XX las áreas disponibles se redujeron para la mayoría de los habitantes de las ciudades, y mucho más a inicios del XXI cuando muchas más personas ya tienen que habitar en pequeños y sosos apartamentos sin patios, balcones o terrazas.Basta con recordar los entrañables patios de la Alhambra, los altos balcones del Generalife o la terraza con un gran espejo de agua del Partal, en Granada; o los de la Casa de la sierra de la hacienda El Paraíso, como la llama Jorge Isaacs, en donde Efraín le hacía llegar flores a María cuando estaba en su bello baño de inmersión, abierto al cielo y con vista panorámica al amplio valle del rio Cauca a sus pies y a la cordillera atrás, echando a la corriente sus coloridos pétalos en la parte alta de la sonora quebrada que lo abastecía de agua. Y se sabe del Taj Mahal, el magnífico mausoleo que el emperador Cha Yihan levantó en Agra, entre 1631 y 1654, a Mumtaz-i-Mahal, por su amor eterno.
Debería ser sonoramente claro el que hay una estrecha relación entre el agua y el amor: casi siempre está en los patios más emocionantes, en los mejores balcones los que suelen mirar al mar, un lago o un río, a los que hay que sumar algunas velas, aromas y texturas, como señala el Dr. Rafael Ramos; y también en las terrazas, las que están siempre abiertas al cielo. Por su parte los jardines eternamente han invitado al erotismo, desde que se habló del inexistente Jardín del Edén. “Sobre la terraza, junto a los ramajes, /diríase un trémolo de liras eolias/cuando acariciaban los sedosos trajes/sobre el tallo erguidas las blancas magnolias” escribió Rubén Dario en sus Prosas profanas.
Pero sólo amar en casa no basta si no se cuenta con una ciudad amable y alegre que estimule el encuentro, la comunicación presencial y el crear entre todos los vecinos una mejor calidad de vida y un amor al prójimo pero de carácter laico, cuál es el respeto debido a los demás. Es el Amor a la ciudad, como tituló Alejo Carpentier uno de sus libros, por parte de urbanitas y no apenas habitantes, procurando una reciprocidad que los complete, alegre y les de energía para convivir, comunicarse y crear en su ciudad, tal como se dijo arriba, y una imagen arquitectónica de la misma que los identifique por calles, vecindarios, barrios, sectores y la ciudad toda junto con sus paisajes
naturales.
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