Se decía en esta columna hace un año
largo y con motivo de las varias exposiciones de su ya importante trabajo que
se realizaron por esa época aquí y en el exterior, que Fernell Franco se
pensaba como un fotógrafo urbano y la verdad es que dejó innumerables fotos de
ciudades, sus gentes, actividades y patrimonio construido (El País, Cali
21/10/2004). Pero la realidad es que, como se dijo
entonces, las fotos de edificios son muy difíciles pues estos se perciben con
todos los sentidos y no apenas con una mirada estática. Sin embargo a veces hay
muy buenas fotos de arquitectura como muchas de las de Fernell. Y en el caso de
Cali son casi lo único que queda de varios de
sus construcciones mas representativas de principios del siglo XX, y de la
cicatriz que dejaron en el espacio urbano después de su demolición sistemática
a partir de los VII Juegos Panamericanos de 1971, para los que se busco cambiar
una vez mas la imagen de la ciudad, “modernizándola”, y desafortunadamente se
recurrió a prescindir sumariamente de un patrimonio que de pronto se considero
viejo, feo y obsoleto.
Las
fotografías de Fernell de viviendas populares, al inicio de su carrera,
muestran lo arquitectónico de esas casas, sus colores y composiciones. Igual
pasa, se recordaba también en dicha columna, con la serie de los monumentos
moderno historicistas de Cali, donde el encuadre y la coloración a mano
esquivan lo que de pastiche tienen permitiéndole aludir a los grandes estilos
históricos que imitan. En las de las casas de hacienda del valle del Alto
Cauca, también iluminadas, la presencia de elementos actuales le ayudó a
mostrar al mismo tiempo su pasado y su presente, como corresponde a la historia
de la arquitectura que, como la del arte, se hace en frente del hecho histórico
mismo (Giulio Carlo Argan: La historia del arte como
historia de la ciudad). Fernell no hizo muchas
fotos de arquitectura moderna, aparte de los insinuantes reflejos de sus
edificios en pavimentos mojados, pero en su fotorreportaje a Rogelio Salmona
intuitivamente destacó elementos importantes de su arquitectura como las vistas
a los cerros de Bogotá, la tectónica de sus edificios, la presencia de la gente
en ellos y hasta la importancia de su ornamentación.
Fernell sin duda
siempre tuvo la impresión de que, como lo expresa Jean-Pierre Changeux, “en
nuestra civilización, orientada de modo demasiado exclusivo hacia la tecnología
y el dinero, se carece de arte” (Razón y placer, 1997). Hace casi trescientos
años el obispo George Berkeley (1685-1753) ya observo que lo visual es muy
consciente en artistas y científicos. El hecho es que la gran mayoría de la
gente no sabe ver o simplemente no "ve" pese a lo cual muchos creen
que pueden escoger para los demás un color, tono, textura, forma o secuencia.
Y, como dice Jean-François Revel, "los malos razonamientos tienen,
frecuentemente, como causa primera las malas informaciones [y] se incrustan en
la opinión y ya no hay nada que pueda desalojarlos." (El conocimiento
inútil, 1990). Pero hacer mas conscientes a los que tienen más sensibilidad
visual tal vez seria posible si se los educara. Fue un compromiso al que
últimamente estaba dispuesto Fernell. Por eso le hubieran gustado los versos de
Carlos Pellicer: “Por la vista el bien y el mal nos llegan./ Ojos que nada ven,
almas que nada esperan”.
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