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Minucias. 26.01.2006


Casi toda la papelería comercial, bancaria y oficial del país es un despelote. Desperdicia papel pero a veces no hay suficiente espacio para las cifras o la firma. El orden de las fechas (día, mes, año) es diferente incluso en una misma empresa, institución o banco y hasta en una misma forma. Su (des) orden cambia a su vez en cada uno de sus departamentos, secciones o sucursales; y de año en año. Y ni que decir de la operación por teléfono o Internet.
             Los billetes colombianos parecen un chiste malo. Su valor no es legible claramente. Es difícil distinguirlos cuando no hay suficiente luz o tiempo. El de mil es peligrosamente parecido al de diez mil y el de veinte mil al de dos mil. Para peor de males la gente escribe en ellos, les ponen sellos, los arruga y maltrata. Con frecuencia son una porquería a la que hace años le sobran tres ceros.
            ¿Y que tal los login que muchos escogen? ¿Y los de los operadores de Internet ? Creen que entre mas enredados y largos son mas “in” cuando en realidad son mas imbéciles. Y, claro, el enredo del software para operar la red, mal traducido al español, did not help. Es el elogio a la dificultad en un medio que supuestamente busca eliminarla. Por lo contrario los password de muchos son previsibles.
Los pasajes de avión parecen diseñados por un esquizofrénico, compulsivo y malvado, y casi nunca quedan bien impresos, de tal manera que el numero del vuelo aparece en medio de la casilla de la hora y así. Su letra menuda es de verdad ilegible…y es mejor no hacerlo. En los aviones la numeración de las sillas es casi tan difícil de ver, y para muchos de entender, como la de nuestro Teatro Municipal.
           Las señales de transito son otro despelote colombiano. Las hay europeas y estadounidenses mezcladas desordenadamente con las inventadas en cada ciudad y pueblo por el Director (es un decir) de Tránsito de turno. No siempre son del tamaño adecuado y con frecuencia no son visibles o se tapan unas a otras. No las hay muchas veces cuando se necesitan pero no pocas permanecen cuando ya no operan. Y ni hablar por la noche.
Y que tal tratar de encontrar una dirección, y peor si es de noche. Las placas siempre están en la oscuridad y son muy pequeñas para poder leerlas desde un carro. Su ubicación en las calles y construcciones no es la misma y muchas simplemente faltan. Y las que finalmente se comenzaron a poner en las vías principales, expresamente para los vehículos, no son suficientemente grandes.
Los supermercados y almacenes de cadena nos hacen caminar por angostos pasillos buscando productos que semanalmente cambian de sitio y cuyos empaques no informan claramente sobre su contenido. Solo importan las marcas. Con razón Konrad Lorenz creía que las multinacionales son uno de los peligros de la humanidad junto con la superpoblación, la contaminación y la propaganda (Decadencia de lo humano, 1985 ), es decir, la mentira.
Muchos pensarán que se trata de pequeñeces, menudencias, cortedades, en fin, cosas de poco valor y entidad, como dice el DRAE. Otros ni se dan cuenta: son lo mismo. Pero la realidad es que contribuyen a que nuestra vida cotidiana en las ciudades sea peor. Y lo preocupante es por qué no se solucionan si es tan fácil y barato. Es solo una cuestión de orden mental y autoridad. Pero es que aquí detestamos uno y otra y preferimos el clientelismo al estado.

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