De nuevo, y otra vez con la venia de Paul Johnson, quien opina en Al diablo con Picasso, 1997, que no se deben tratar intimidades en las columnas de opinión, me permito contarles, aprovechando que mañana 28 es el día de los inocentes, que de nuevo me encontré con ella, pero esta vez menos gruesa y mas erguida por lo que se veía mas alta y sin duda mucho más célebre. Esta vez caminaba por la Carrera Cuarta hacia la Calle Quince pero más rápido y cantando ya no bajo el sol como la primera vez sino bajo un cielo encapotado y con amenaza de lluvia. Era María, que fue como titulé esta columna el 08/10/2015, escrita de un tirón media hora después de habérmela encontrado hace tres años. Media cuadra después de la Plaza de Caicedo (de nuevo hay que decir que así está escrito en el pedestal de la estatua del prócer) ya no estaba el hombre muy alto, bien parecido y de profunda mirada, que parecía indio de la India, que la guiaba la primera vez, como desde una torre de control, gritado: ¡ojo ...